¿Recuerdas acaso de la armonía de los árboles?
A diario caminaste junto a ellos,
los seguías de reojo a través de la avenida.
Ellos siguen ahí.
Seguirán aun cuando la mirada tuya no este para ignorarlos
o para observar el vuelo de los pájaros.
Aún en la quietud de las ramas,
saben del tren de la ausencia y la avenida de la muerte.
Sabían entonces de tu prisa y daban sombra a tus sueños.
Amabas los bordes con horizontes de hojas y eucaliptos,
daban caravana al enjambre de gestos humanos
con el íntimo silencio con que se moldea el hábito de vivir.
Cerca de ellos
junto a ellos
en la noche solar.
En sus ramas selladas
por el hábito del devenir al orden
que nos remiten los ritos diarios
y que es lo más cerca de la naturaleza que estarás jamás.
Sus raíces conocen el movimiento de las tumbas
el sonido y el crepitar de los gusanos que comerán tu nombre
y al mismo tiempo las ramas acogen la sombra del niño
y la pelota que sigue el aroma del eucalipto.
Fue ahí entre las ramas quietas
que tus ojos subieron por la escalera de las hojas,
hasta alcanzar el perfil de las nubes
y en su inmovilidad sentiste
su presencia entre las hojas:
el árbol, el
meditabundo de mil años
el infinito que alza los élitros de la eternidad.
Xm
1 comentario:
El infinito se alza en la mirada, envuelto en la naturaleza.
Preciosa entrada, un gusto leerte.
Un beso.
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