viernes, 31 de agosto de 2018


¿Recuerdas acaso de la armonía de los árboles?
A diario caminaste junto a ellos,
los seguías de reojo a través de la avenida.  
Ellos siguen ahí. 
Seguirán aun cuando la mirada tuya no este para ignorarlos  
o para observar el vuelo de los pájaros.  
Aún en la quietud de las ramas,
saben del tren de la ausencia y la avenida de la muerte.  
Sabían entonces de tu prisa y daban sombra a tus sueños.  
Amabas los bordes con horizontes de hojas y eucaliptos,  
daban caravana al enjambre de gestos humanos  
con el íntimo silencio con que se moldea el hábito de vivir.  
Cerca de ellos
junto a ellos
en la noche solar.
En  sus ramas selladas por el hábito  del devenir al orden
que nos remiten los ritos diarios  
y que es lo más cerca de la naturaleza que estarás jamás.  
Sus raíces conocen el movimiento de las tumbas  
el sonido y el crepitar de los gusanos que comerán tu nombre
y al mismo tiempo las ramas acogen la sombra del niño
y la pelota que sigue el aroma del eucalipto.  
Fue ahí entre las ramas quietas
que tus ojos subieron por la escalera de las hojas,  
hasta alcanzar el perfil de las nubes  
y en su inmovilidad sentiste  su presencia entre las hojas: 
el árbol,  el meditabundo de mil años
el infinito que alza los élitros de la eternidad.



Xm

1 comentario:

María dijo...

El infinito se alza en la mirada, envuelto en la naturaleza.

Preciosa entrada, un gusto leerte.

Un beso.

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