viernes, 28 de abril de 2017

Hacer







Hacer del poema un gato que escape a la azotea 
para dilucidar sobre la última nube. 
Mover los cables como un arpa para detener la luna. 
Apresarla entre paredes rotas y asomarse 
a la ventana para verte dormir. 
Oír tu canto de espejos y saber 
que el humo de los ceniceros es algo entrañable. 
Mirar la borrasca de ceniza y olisquear el amor 
que ronda perdido en las sombras. 
La telarañas dirán entonces cosas tristes como el exilio, 
como la inexistencia del amor, o la inutilidad del fuego. 
Pero tú sabrás que lo que fue mi amor 
te perteneció desde siempre, 
desde la ronda de todos los instantes 
donde el gato intranquilo: maúlla.


Xm


jueves, 13 de abril de 2017

El beso

Estábamos ahí como si no ocurriera nada, como si. Como si: Tu beso. Tan singular para ser festejado en plural. Mostraba poco a poco sus alas, alguna pluma que expectante se anticipaba al vuelo. Labios que en su frescura y en su individualidad mostraban la osadía perfecta, la mejor transgresión a las reglas morales, sociales, intelectuales y seamos ambiciosos: históricos. La expectativa se encontraba desde luego en tu lengua. El asombro eléctrico y el rayo para viajar al cosmos de tu alma. El beso que fue entonces fue el país prometido, el paisaje transfigurado, las acuarelas y la sinfonía de John Cage en papel pautado y patentado para el asombro de tus ojos. El silencio con sus maneras de renovar las pautas que hacia florecer las estaciones y los otoños. Quizás por eso: por ser rito y discurso, transgresión y epifanía, no podría durar indefinidamente. Fue entonces que me decidí a dar fin con ese hechizo: rompí los espejos, estalle los cristales, seque los lagos y el fondo del pozo infinito en que los besos se hacen temblor de agua, temblor de aire y relámpago. Aún así hay veces que me sueño mirando tu rostro y extraño aún ese último beso nacido y naciente, sepultado a las orillas de la eternidad en la luna: tu último rostro.

Xabo M.





07.03.2024