Te empecé a oler como se huele una pieza de tabaco, una caravana de sal, una fruta que huele a un país u otro continente. Con esa colección de matices y al mismo tiempo tan uniforme como una ramita de hierbabuena. Apliqué mis sentidos a tus dedos de azúcar, a tus labios que inventan el amanecer del alba. Al arrobo de tus pezones destilando miel de abeja siguiendo al hormiguero de tu ombligo. Me llevé el olor de ti a donde las estrellas hacen la llovizna, a donde el amor sueña el mar y la luna llena. Luego el mundo olió a ti y yo olí a tu silencio.
Xabo Martinez
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