lunes, 15 de noviembre de 2021

Madre


Madre:
La habitación 
huele a eucalipto.
Velas quemándose,
eucaristía encontrada
en los triángulos del dolor,
de la inmovilidad.
La sombra de atarse 
a una memoria,
que siempre fue enérgica.
A tu lado recorro los estadios
de la vida contigo,
del olor a madre en la cocina.
Los fuegos del café tostándose
en el comal del barro,
la sabiduría de tus manos 
en la corrección
a nuestras malas maneras.
Con un patio inmenso 
y el amor de tus manos 
nutriendo nuestras vidas
efímeras. Regreso a ti 
cuando la vida es azul 
y gris y arena.
Tus ojos se han llenado
de esa ansia de eternidad.
No esperas menos,
pero quién lo entiende
quién renuncia
quién te halla en la soledad
de una camilla a deshoras.
Quien te acompaña 
en esta noche de hielo y azogue.
La ruina de está materia
Insondable que llamamos cuerpo.
Cuando ya no te perteneces
y eres testigo de la debacle,
en tu inusitada fragilidad.
Para esto es que me preparaste,
Madre, para notar que la vida
se muere en ti y en lo que amas.
Te rodea, te nutre 
y lo que hay es este eucalipto, 
este olor y el humo de la noche 
que nos envuelve en la fragilidad
de tu amor. Y es tu amor, madre 
lo que nos ilumina en este camino
de regreso, lo que nos da valor
para seguir y contigo encontrar
la manera de moldear amando,
Este camino que de aquí
en adelante se nos angosta
porque toca recorrerlo sin ti.

                                                                                                                 

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