jueves, 1 de febrero de 2018

En verdad el amor no se puede etiquetar,
sentir o tener una graduación en el acto de amar.
Ante la muerte somos primerizos,
ante el amor también
pero no podemos morir y remorir
y si podemos reamar y revivir
dejar de lado el nombre, la ocasión
a veces amar antes de llamar
amor al rayo o relámpago.
Las almas de carne, los cuerpos de fuego:
nos inundamos, nos bebemos morosamente
y a veces nos quedamos solos
ante el innoble reflejo de observar
el yo sacralizado, el yo satanizado.
El amante es la gloria o la enfermedad
o la propia muerte.
Cantamos una canción juntos
y a veces en constante disonancia
nos ahogamos, naufragamos
hasta que la ola nos devuelve a la orilla
ya sin canto ni oración ni blasfemia
y aun entonces lo que fuimos, nos perseguirá
como un halcón o las águilas a Prometeo,
recordándonos el fuego que fuimos
capaces de dar para que tú y solo tú
pudieras calentar las manos.

Xm

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