jueves, 4 de agosto de 2022

03.08.2022

 La roca, la cresta esculpida por el tiempo
anciano de días, la espuma del mar.
La insolencia del tiempo niño,
la ausencia que olvida la sangre,
en esa rama que sobrevive tormentas.
El ejercito de cráneos blancos
en sus colmenas de sal, vértigo de palomas
el laberinto de Minos, el argumento
de los muros ante el asombro de las alas.
Nado en el aire sucio de los aeropuertos,
me anestesio en la rutina de fauno de oficina,
dejo mi piel hecha aluminio y me sumerjo
en la miel de páginas oxidadas.
Fermento mi espera en términos
de ciudades desgajadas por heridas bizarras,
cuyas vísceras arrojan  indigentes a mares,
tropas de zombis buscando la odisea
que invente otros espejos.
Para habitar sueños cuya certeza
madure en libertad y les libre
de la comarca de las pesadillas.
Camino en un tránsito sin canciones intimas,
sin himnos para nadie, letargos de sexo y psicosis.
Soy el naufrago que no toca el tiempo,
tengo el caracol con su mar eterna.
La sirena que cede a germinar la luz
en su boca de ansia espesa,
la mariposa que desayuna la muerte.
Que caza expectante el humor del tigre,
el colmillo que apunta al abismo.
El sol cuya huella germina en fiebre,
rada de labios, silencio que toca tu cuerpo verde.
Delfín que hunde el azul en tus heridas,
corales que sueñan labios, la espuma mineral
de tu ausencia y lame el mar en tus heridas.

 

Xabo M.

07.03.2024