Madre:
La habitación
huele a eucalipto.
Velas quemándose,
eucaristía encontrada
en los triángulos del dolor,
de la inmovilidad.
La sombra de atarse
a una memoria,
que siempre fue enérgica.
A tu lado recorro los estadios
de la vida contigo,
del olor a madre en la cocina.
Los fuegos del café tostándose
en el comal del barro,
la sabiduría de tus manos
en la corrección
a nuestras malas maneras.
Con un patio inmenso
y el amor de tus manos
nutriendo nuestras vidas
efímeras. Regreso a ti
cuando la vida es azul
y gris y arena.
Tus ojos se han llenado
de esa ansia de eternidad.
No esperas menos,
pero quién lo entiende
quién renuncia
quién te halla en la soledad
de una camilla a deshoras.
Quien te acompaña
en esta noche de hielo y azogue.
La ruina de está materia
Insondable que llamamos cuerpo.
Cuando ya no te perteneces
y eres testigo de la debacle,
en tu inusitada fragilidad.
Para esto es que me preparaste,
Madre, para notar que la vida
se muere en ti y en lo que amas.
Te rodea, te nutre
y lo que hay es este eucalipto,
este olor y el humo de la noche
que nos envuelve en la fragilidad
de tu amor. Y es tu amor, madre
lo que nos ilumina en este camino
de regreso, lo que nos da valor
para seguir y contigo encontrar
la manera de moldear amando,
Este camino que de aquí
en adelante se nos angosta
porque toca recorrerlo sin ti.
2 comentarios:
Escribes bello
Me has llevado por tu camino
y lo he disfrutadoén cortados
Simplemente hermoso.
Abrazos querido amigo me ha emocionado leerte, encuentro difícil transmitir en palabras mi sentir, seguramente tu sensibilidad de poeta me entenderá.
REM
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