Te miré y eras un río, eras el río. Una fuerza que venía de tus años de infancia. De la energía inabordable que cobijaban tus pupilas. Tu cuerpo líquido dejaba traslucir su empuje. Mujer de río, hacías temblar los árboles y a la vez tan liviana cual si tu ser fuera de aire, eso me hacía admirarte. Yo entonces era un pez, una forma del tiempo elegido para estar cerca. Caminabas incansable y caminabas hasta ausentarte en la niebla. En la desembocadura de tu vientre una estrella de mar orientaba mi voz. Contigo mi ser era tan de piel como de alas y tan de agua como de fuego. Desde entonces mi amor es de aire y es de agua. Reposa en fuego y es un remolino que absorbe y vuela en tu cuerpo, hecho agua, hecho aire.
Xabo Martinez
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