viernes, 6 de diciembre de 2013

Verde

Tu cuerpo arde ánfora de llamas.
dualidad de tus pechos en mis manos,
-pequeños míos-.
el sabor de tus pezones baila en mi boca.
Tu lengua: apresada en mis labios,
 humea en los rincones de tu piel.
En la calle es tarde y llueve,
los peatones se detienen para
verte surgir con flores nuevas.
En tu vientre desnudo y oscuro
todo es subterráneo y luces blancas.
Camino puertas adentro.
Encendido en tu nuca, te digo
que es viernes de nuevo y que te amo.
Con mi cuerpo perfectamente sellado a ti,
hecho raíces y te digo, que cada noche
estaré contigo a esta hora,
sembrándote de nuevo.
Mientras llueve, tú miras los espejos,
me pasas los lentes y tu boca sabe a mi boca,
tus labios aprenden a tallar sílabas mudas,
paisajes pardos, palomas nuevas.
Vuelos cortos e inesperados.
Las manos calcan redondeles
entre calles inesperadas, vecinos de octubre
y todo es hablar del tiempo y sin su permiso,
aprenderme tu nombre de hojas secas.
En tus piernas abiertas, mi mano
llama norte a tu cintura;
sur a tus pies y algodón siempre.
Nubes blancas -vestigios de abril-
mis ojos te van lamiendo el alma.
Afinco mi pertenencia al campo,
a las raíces que se hunden en tu fragancia oscura.
En nuestras pieles azules de tanta agua.
Así es el color del deseo y la cera que vierte la noche,
para cantarnos que hoy es hoy.
Este es el momento y estas tus manos,
que me buscan y que yo repito
que estarán ahí en mi pecho.
Y yo metido en tu cintura de barro, donde cada noche,
cada azul, cada alma, cada cielo, cada cuerpo:
te dirá a deshoras, entre calles y saliva oscura
que es verde tu vientre y que te amo.


gm

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