¿Los muertos se transforman en víboras en la cultura mixe?
Juventino Santiago Jiménez
Le había preguntado a mi mamá dónde estaba mi papá, porque veía a mis compañeros jugando con los suyos. Ella me dijo que él estaba muerto, pero no entendí qué era la muerte. Yo suponía que cuando alguien se muere, algún día podría regresar, o por lo menos nos visitaría dos veces al año.
Una mañana despejada, bajo el cielo mixe, estaba en cuclillas jugando a las canicas. Repentinamente se asomó una víbora. Se parecía a un coralillo y mostraba su lengua como saludándonos: “Buenos días a todos y que la paz esté con ustedes”. Estaba muy cerca de mí. Pensé que me mordería, pero sólo veía. Yo entendí que era una visita más, porque anteriormente habían llegado a la casa otros animales de diferentes tamaños y colores. Sin embargo, tenía miedo. Quería llorar. Deseaba que mi llanto lo escuchara mi mamá, quien estaba al otro lado del cerro, pero no lloré.
Cuando mi mamá llegó a la casa. Le comenté lo de la víbora, y ella me contestó: “Era tu papá. Mañana mismo iremos a verlo”. Al día siguiente nos dirigimos a Tamazulapan. Yo estaba feliz de ver a mi papá. Al llegar al pueblo, ella compró flores, mezcal, veladoras y pan. Me dijo que tal vez mi papá no había comido. Me preguntaba yo, en silencio ¿dónde está mi papá? cuando me percaté de que ya estábamos en el panteón. Allí entendí que mi papá yacía dos metros bajo tierra. Que estaba muerto y jamás regresaría. Solamente nos visitarían las víboras y otros bichos para estar felices eternamente.